lunes, 20 de julio de 2015

GESTIÓN EMOCIONAL DE LA FRUSTRACIÓN EN EQUIPO, por NACHO CRUZADO (@i_cruzado)

Escribo este post desde mi experiencia como coordinador de equipos de desarrollo de software, aunque creo que su contenido es común con otros cargos similares de otras disciplinas (directivos de recursos humanos, mandos intermedios, altos cargos, etc.).

La capacidad de un recurso depende tanto de las técnicas que aplica como de las herramientas con las que lo hace. Pero cuando hablamos de 'recursos humanos', lo primero que debemos reconocer es que todos tenemos margen para desarrollar nuestras o nuevas capacidades. Incluso cuando hablamos de alguien que en un cierto puesto acumule mucha experiencia o complete al máximo académico imaginable su formación. Y por tanto, por definición, nunca aprovechamos al máximo nuestros 'recursos'.

Esto, en realidad lo intuye todo trabajador, que para evitar su frustración suele centrar su atención sobre las técnicas y herramientas; criticando las ineficiencias y debilidades de las técnicas que se les pide aplicar o solicitando/rogando mejores herramientas. Y somos sus gestores quienes debemos recolectar ese 'néctar de la Mejora Continua'  logrando que ese feedback tan valioso no desaparezca o deje de fluir; que no quede en la conversación de pasillo o se ahogue silenciado ante el hastío de quien lo repite (a veces en foros y momentos inadecuados) sin percibir receptividad.

Como líderes de nuestros equipos tenemos la obligación y el encargo de mantener y cultivar los factores motivacionales de las personas que gestionamos y la Inteligencia Emocional se postula como una de las palancas para hacerlo.

Dicen que para un correcto equilibrio emocional, deberíamos aspirar a recibir el triple de impactos positivos frente a los negativos percibidos, para compensarlos. Piensa en tu jornada de ayer: ¿te salen los números? En realidad ese ratio se puede incrementar utilizando dos técnicas tan eficaces como llenas de sentido común: optimismo y amor. El optimismo para afrontar los sinsabores como oportunidades de mejora, como molestias detectadas y que por tanto deberían estar en vías de solución; y demostrando que así venga siendo en nuestra organización y en nuestra carrera. Y el amor; propio, a tu equipo y compañeros, o a tu profesión, como fuentes de energía con los que endulzar esos amargores y donde fundar la esperanza en ese futuro mejor en construcción.

Para que esa vía funcione, hay que educar al equipo en utilizar el humor blanco; evitando el sarcasmo y el cinismo para una crítica cobarde; debe haber espacios y tiempos para reflexionar juntos, analizar lo mejorable, criticar lo insoportable y soñar con lo posible. De esa forma el día a día se convierte en un 'sumemos', sabiendo que el resto irá mejorando y viniendo; por su propio peso; por sus propios argumentos; con una pizca de paciencia. Y madurando y asumiendo que aunque la realidad es la que es, siempre, seguro hay margen para mejorar para el hábitat laboral en que ejercemos.

No obstante, los facilitadores nos encontramos con piedras en el camino, con argumentos y razonamientos que puedan ser considerados como insuficientes, como secundarios o aplazables, o como difíciles de justificar ante una petición razonada. Pero ese rechazo no debe detenernos. Ese miedo atenaza a tantas organizaciones…  y dificulta su capacidad evolutiva, envenenándolas con el anquilosamiento que las hace incompetentes silenciosamente... sin notar que en la competencia es probable que no esté atándose a esos miedos y adelantando silenciosamente...

En ese camino y en esa larga espera, habrá que cuidar al equipo en sus tambaleos; explicarles con argumentos las razones de los retrasos, falta de priorización o denegaciones, y seguir trazando la visión de en qué momento serán revertidos y atendidos por nuestra organización.

¡La competitividad y capacidad de las organizaciones está cada día más en manos de las personas que las integran!

lunes, 6 de julio de 2015

LOS NUEVOS TRABAJOS, por JOSE MENDOZA

Leo en el foro José Herrador el último post de Luis Poveda: “La quinta revolución industrial”, y me quedo pensativo con los avances que ya tenemos encima. Me preocupan esos robots que van a desplazarnos del trabajo que ahora hacemos. Reconozco que el escrito con vídeo incluido, me ha impactado.

Pensando en lo que nos viene de forma inminente, llego a la conclusión de que las cosas pueden cambiar para bien: se acabarán las estadísticas de parados y no parados, todos estaremos en las mismas condiciones. Me veo en uno de esos grupos de mirones que a veces hay por las calles, viendo la soltura con que trabajan los robots. Se acabaron las tareas peligrosas, penosas, insalubres y rutinarias, los trabajos nocturnos, los horarios “anti-estrés” (se llaman así a mala leche, no lo dudes), los cambios de contrato semanales (leo en un periódico “he tenido 130 contratos en 2 años”). Se acabaron los jefes - látigo que nos amargan la vida, las Empresas explotadoras… Todos seremos Humanos ya sin cargar con el calificativo de “Recursos”. Podremos organizarnos los días, las noches, los fines de semana… Las vacaciones no tendrán sentido.

Supongo que en un mundo así, todos podemos dedicar nuestro tiempo a ser autónomos, de los que ahora llamamos emprendedores. Tendremos nuestros robots especializados para hacer todo tipo de trabajo. Cultivarán nuestros huertos, se ocuparán de los ganados y la pesca para proveernos de todo lo necesario. Nos construirán las casas donde vivir, y los muebles que utilizamos. Nos transportarán al punto dónde deseemos estar. Nos comunicaremos o aislaremos del mundo, según sea la voluntad de cada uno. Nos curarán las enfermedades. Escribirán la música que nos guste y la interpretarán. Sabido es desde el tiempo de Pitágoras, que la música afecta directamente al estado anímico. Así pues, la felicidad será regulable por cada uno, como el volumen de la tele, pudiendo elegir el estado preferido. 

Cuentan leyendas de la antigua Mesopotamia, que los dioses crearon a los humanos para que soportaran el duro trabajo de hacer canales entre el Éufrates y el Tigris, y así hacer cultivable la fértil tierra de la meseta. Con los excedentes de cosechas, se inició el comercio, se creó la escritura cuneiforme, marcando sobre el barro tierno aún de las vasijas, datos sobre su contenido. Se empezó a especular, se creó el dinero,… y aquí nos llegamos ahora. Como los viejos dioses de Asiria, estamos creando una nueva especie que cargue con el trabajo, sólo que no somos dioses y tenemos un final. Pero no debemos preocuparnos, porque llegado el momento, ellos llevarán nuestro fiambre al lugar del reposo eterno.

En fin, es la auténtica liberación, la creación de un nuevo paraíso en la Tierra. Vamos, que así de momento, me apunto al progreso que nos trae la técnica.

Lo que no me queda claro es cómo llegar a ese estado ideal. Tengo fe en la tecnología, pero no puedo imaginar que haya robots para todos, y aunque les hubiera, no sé si el reparto de tales aparatos será equitativo. Me temo que incluso siendo equitativo, no sepamos pedirles lo que realmente queramos. Y también temo que, lo mismo que hoy, lo que queremos no siempre nos conviene (piensa que hay personas que se drogan para ser felices). Incluso me temo que si no cambia la condición humana, utilicemos dichos aparatos para para vengarnos del vecino que nos despierta en la siesta, o para bajar los humos a los del otro equipo, que gana más veces que nosotros.

Por eso confío más en la buena voluntad de los humanos que en la tecno-ciencia, ya que mientras la naturaleza humana sea como parece ser, nos seguiremos necesitando unos a otros. Eso es, necesitándonos todos, aunque seamos inoportunos con más frecuencia de la deseable.