martes, 30 de diciembre de 2014

¡CONFIANZA SI!, por LOURDES TORIBIO

Poco a poco los años y las situaciones de mi vida me han ido demostrando la importancia de este concepto porque... ¡Todo es cuestión de confianza!

Sin ella no podemos convivir. Toda nuestra existencia gira en torno a la confianza / desconfianza en los otros, y también en nosotros mismos. Al subir a un avión ponemos nuestra vida en manos del piloto. Si cogemos un taxi confiamos en que nos lleve a nuestro destino, por el camino más corto, y que nos cobre lo justo. Cuando nos sentamos a la mesa de un restaurante pensamos, en primer lugar, que los alimentos estarán en buenas condiciones.
La solidez de la pareja, de la relación comercial, del grupo de amigos, del equipo de trabajo, de la asociación, del partido político, de las organizaciones y del conjunto de la sociedad se basa, en gran medida, en la confianza que existe entre sus miembros. En el éxito de un grupo juega un papel fundamental la fuerza de la unión de sus componentes, y esta unión es, sobre todo, producto de la confianza. 

La confianza es una poderosa energía. Se apoya en la firme esperanza y proporciona seguridad, optimismo, bienestar, alegría. La confianza nos hace más fuertes, más libres y también mejores. Por el contrario, el recelo lleva al temor, al malestar, a la insatisfacción. La duda, la inquietud, nos reprime, no nos deja actuar, dificulta que tomemos iniciativas, nos paraliza, sufrimos.

Para sobrevivir, el ser humano tuvo que aprender a confiar en el otro. Cuando el homínido dejó el árbol y se adentró en un medio desconocido y lleno de peligros encontró en la asociación con otros miembros de su especie la forma de no perecer. El vínculo social explica nuestro desarrollo, y esa unión se fundamenta en la mutua confianza.

Mis dos hijas, desde recién nacidas, experimentaron que necesitan de nosotros los adultos. Esperando todo. Aprendes sin que nadie te enseñe a darles calor, cubrir sus necesidades básicas y afectivas, y si le enseñan apoyándolo, el niño crecerá con confianza en sí mismo y en los demás. 

Dicen que  los niños que son reprimidos y castigados de forma arbitraria, aquellos que no sienten el afecto, suelen convertirse en adultos inseguros y recelosos (esta evolución también se observa en muchas especies animales: el perro que ha sido maltratado se comporta de forma huidiza y enseguida enseña los dientes). 
Si a una persona se le repiten mensajes como: «no sirves», «lo has hecho mal», «eres torpe», «eres malo», se acabará con su autoestima y verá a los demás como fuente de insatisfacción.
Claro que tampoco es bueno el extremo opuesto: no es bueno decir que todo es de color de rosa, ya que todos nos equivocamos y el mundo también es duro y existe el dolor, la maldad y la injusticia. La personalidad equilibrada, el individuo seguro de sí mismo y básicamente adaptado al entorno, se forma cuando es socializado mostrando que la realidad es compleja, que es fuente de satisfacciones y de sufrimientos, y que los seres humanos podemos ser capaces de comportamientos solidarios y egoístas, del bien y del mal.

Cuando mis hijas intentaban dar sus primeros pasos escuchaban a su padre y a su madre palabras de ánimo, de seguridad; expresiones que le transmiten confianza: «no tengas miedo, aquí estoy yo", "adelante, vas bien», «así se hace, estupendo», «no te preocupes, confía en mí». Y, entonces, estimulado y con una sonrisa, comenzará a caminar y verían que al final, en el extremo, se encuentran los brazos abiertos y protectores de sus padres. 
Poco a poco, paso a paso, pedalada tras pedalada, confiando en los otros y comprobando que la fe que se deposita no es defraudada, nos vamos convirtiendo en individuos que podemos relacionarnos, en adultos que sabemos vivir en comunidad.

Consideramos amigos a aquellos en quienes podemos confiar; sabemos que ellos están para las maduras y para las verdes. Otra cosa son los conocidos o los compañeros; con esos nos reímos y celebramos cuando la situación es favorable para todos, pero cuando hay dificultades es fácil que cada uno vaya a lo suyo: el egoísmo suele asomar la cabeza.

Las relaciones comerciales se basan en una confianza no defraudada. El buen comerciante lo sabe: un cliente descontento es un cliente perdido y además difundirá su malestar. A medio y largo plazo el engaño no es un buen negocio. La buena imagen de un establecimiento se logra cumpliendo lo prometido, respondiendo a las expectativas, no defraudando. La fidelidad del cliente se logra cuando se satisfacen sus necesidades. Si se mantiene la confianza de los clientes el negocio está asegurado. 

En la tradicional tienda de ultramarinos se fiaba al vecino (es decir, se ayudaba al miembro de la comunidad) porque se sabía que en cuanto pudiese saldaría su deuda. La palabra era sagrada, era el mayor compromiso; el prestigio social del individuo estaba comprometido. En la actualidad a nadie se le ocurre decir a la cajera del gran centro comercial: «Mañana se lo pago, por favor, apúntelo». Se sabe que la única opción que el sistema admite es el préstamo y este no se basa en la confianza, sino que se apoya en un aval (en una nómina, en unas propiedades o en el respaldo del capital). Además, la entidad financiera siempre cobra unos intereses; nada se fía, el préstamo cuesta. 

Cuando una población no confía en sus instituciones y en sus políticos la Democracia se tambalea. El sistema democrático está en crisis cuando los ciudadanos piensan que la justicia no es igual para todos (no es justa), cuando consideran que no todas las personas tienen igualdad de oportunidades y, además, cuando perciben que los dirigentes se preocupan de sus intereses particulares y de partido y no de procurar el bienestar general.

Aquí es oportuno recordar la definición de Democracia que se ha atribuido a W. Churchill: «Es ese tipo de sociedad en la que si alguien llama a tu puerta a las 5 de la madrugada, sólo puede ser el lechero»; es decir, en la sociedad democrática el individuo puede sentirse seguro, confiar y dormir tranquilo.

La confianza implica reciprocidad. Vamos depositando nuestra confianza en el otro al comprobar que no somos defraudados y, al mismo tiempo, porque experimentamos que también somos objeto de confianza. Esperamos, porque estamos convencidos de que vamos a recibir. Damos, porque a nosotros nos han dado. El egoísta, el que sólo pide, el que recibe y nunca da, acaba con la relación. Cuando se establece una relación de mutua confianza se está firmando un pacto y quien lo incumple hace fraude; la estafa es especialmente grave cuando uno se aprovecha de que el otro confía. 

La confianza hay que saber administrarla, y es complicado. En primer lugar, tenemos que ganarnos la confianza de los otros y, en segundo término, no podemos pretender que todo el mundo se fíe de nosotros. También sabemos que, desgraciadamente, no podemos confiar en todo el mundo, que esa actitud no es prudente, que la dura realidad nos dice que hay que tomar precauciones. Además, si nos 'abrimos', si depositamos nuestra esperanza en el otro, de alguna forma le convertimos en deudor nuestro, esperamos de él su comprensión y a veces una respuesta equivalente, pero puede ocurrir que la otra persona no quiera establecer una relación tan estrecha. No debemos pasarnos ni quedarnos cortos. Las relaciones humanas son complejas.

La falta de lealtad y el individualismo egoísta deterioran las relaciones humanas, y entonces se instala la desconfianza y la vida en sociedad se vuelve más triste y dura. Estaría bien que entre todos lográsemos que no se convierta en un signo de nuestro tiempo. 

Samuel Johnson (1709-1784) Escritor inglés. 
La confianza en sí mismo es el primer secreto del éxito.

Cicerón (106 AC-43 AC) Escritor, orador y político romano. 
Cuando alguien te da su confianza, siempre te quedas en deuda con él.

William Faulkner (1897-1962) Escritor estadounidense. 
Es imposible ir por la vida sin confiar en nadie; es como estar preso en la peor de las celdas: uno mismo.

Juvenal (67-127) Poeta satírico romano. 
Nadie que confía en sí, envidia la virtud del otro.

La confianza ha de darnos la paz. No basta la buena fe, es preciso mostrarla, porque los hombres siempre ven y pocas veces piensan.

Simón Bolívar (1783-1830) Militar y político de origen venezolano. 
Confianza es el sentimiento de poder creer a una persona incluso cuando sabemos que mentiríamos en su lugar.

Henry-Louis Mencken (1880-1956) Periodista y escritor estadounidense
Nuestro ánimo se inclina a confiar en aquellos a quienes no conocemos por esta razón: porque todavía no nos han traicionado.

Graham Greene (1904-1991) Novelista británico
La fuerza es confiada por naturaleza. No existe un signo más patente de debilidad que desconfiar instintivamente de todo y de todos.

Arturo Graf (1848-1913) Escritor y poeta italiano
Confiar en todos es insensato; pero no confiar en nadie es neurótica torpeza.

François de La Rochefoucauld (1613-1680) Escritor francés. 
¡Confiamos demasiado en los sistemas, y muy poco en los hombres!.

Francisco de Quevedo (1580-1645) Escritor español. 
No os fiéis del que de nadie se fía.

Unas frases para aumentar la confianza


sábado, 27 de diciembre de 2014

EL COCIENTE AGALLAS, por JOSÉ HERRADOR

Kiansumba: Fui fuerte y perseverante. Tenía un sueño y lo he conseguido. 

El Cociente agallas de Mario Alonso Puig ha sido galardonado con el Premio Espasa de Ensayo de 2013. Sé valiente. Cambia tu vida. Este es el nuevo libro del Doctor Mario Alonso Puig, autor de Reinvéntandose que ya tiene veinte ediciones, y que recomiendo leer o regalar a algún amigo desorientado. 

Es una búsqueda resuelta y creativa  sobre la naturaleza del ser humano que demuestra que con fe, esfuerzo y voluntad podemos, a cualquier edad, entrenar nuestro cerebro para aprender a ser optimistas, a minimizar los fracasos y a alcanzar el éxito. Algo para lo que resulta muy conveniente familiarizarnos con este libro que ayuda a acrecentar nuestro potencial y a emprender nuevas iniciativas venciendo los temores que nos frenan. Para mí es un enfoque positivo de lo que se ha dado en llamar resiliencia, concepto ya blogueado por algunos de nosotros.

Seguro que conocemos y  viene a nuestra memoria muchas personas que han sido ejemplo de este tipo de inteligencia. Yo quiero traer aquí la historia que ha llamado mi atención recogida  en un periódico nacional que ejemplifica muy bien lo que Alonso Puig expone en “El cociente agallas”.

Un paradigma del “Cociente agallas” es Gustave Kiansumba tiene 42 años y vive en Bilbao desde  2009, enseñando su lengua materna, el francés. El suyo fue un largo viaje que empezó en 2001 en su país, la República Democrática del Congo, del que huyó de la guerra y para poder seguir estudiando Agronomía. Entonces no sabía que, tras casi una decena de intentos inútiles por saltar las vallas que separan Melilla y Ceuta de Marruecos o llegar a nado hasta Melilla desde Nador; lo conseguiría en 2009, cuando decidió probar suerte en una patera. Antes había pasado por Níger, Libia, Argelia y Mali.

Recientemente le han dado el premio Alfonso Carlos Comin (1933-1980), que recuerda la figura singular de un político que se definía como “cristiano en el partido y comunista en la Iglesia”. Este premio simboliza  la perseverancia y “agallas” de tantos africanos que buscan un futuro mejor. Kiansumba todavía no ha terminado su heroica lucha, aún está pendiente de que le otorguen asilo político en nuestro país. El afirma con seguridad que “si un español va a Alemania es un emprendedor. Sin  embargo, yo aquí soy un emigrante”.  “Nunca he pensado que voy a ser famoso pero siempre he pensado que tengo que ser útil. No soy una persona política. Solo un activista, y pobre, que denuncia cosas injustas. Aunque sea en el barrio”, concluye, orgulloso

Lo mismo podíamos hablar de otros muchos héroes desconocidos que han superado mil dificultades para lograr sobrevivir. Ahora me vienen a la mente personajes más conocidos como Víktor Frankl  (preso en los campos de concentración nazis), Hellen Keller (graduada en Harvard, siendo sordomuda y ciega)  y Mandela (27 años preso en la isla de Robben por su lucha contra el apartheid) que también demostraron en alto grado “el cociente agallas”.

Llegar a ser feliz, alcanzar la plenitud, es la meta que persigue todo ser humano. Para ello, la mayoría de las veces, es necesario cambiar aspectos profundos de nuestra propia vida. Ello implica salir de la zona de confort, aquello que nos es conocido y familiar para adentrarnos a explorar un nuevo territorio, con nuevos retos que nos permitan alumbrar nuestro auténtico potencial. El gran cambio socioeconómico que está sufriendo nuestra sociedad es una oportunidad para que todos crezcamos en el “cociente agallas”. “Atrévete y transfórmate” es el mensaje.

Desde estas líneas deseo a todos felicidad plena en el proceso de búsqueda de su sueño. La fuerza para conseguirlo está en el interior de todos nosotros, porque como dice Mario en su libro ”no nacimos para una vida mediocre, sino para una vida llena de ilusión. Si cambia tu mente, cambia tu vida.”

jueves, 18 de diciembre de 2014

EL LIDERAZGO, ¿CÓMO UN JUEGO DE NIÑOS?, por RODRIGO VILLAR CARBAJOSA

La imagen se repite, a lo largo del curso escolar, todos los fines de semana: En el patio de cualquier colegio, podemos ver a un grupo de niños compitiendo; sí, porque aunque en esas edades lo que tienen que hacer es disfrutar del deporte, de los compañeros, del aire libre, todos quieren ganar… pero esto lo dejo para otro debate. Es bueno que desde niños estemos compitiendo, porque el juego, siempre  viene a ser, desde la más corta edad, un entrenamiento para  la vida de adulto. Así se ha hecho en todas las culturas de la tierra, desde las más primitivas a las más modernas, y más  viendo la sociedad actual cada vez más competitiva, puede que  sea así, ¿o es mejor que en esas edades los niños disfruten solamente con sus juegos?

Una vez hecha esta reflexión quiero centrarme en lo me que interesa sobretodo: es en la figura del entrenador de esos niños, que aplica en muchos casos las habilidades que un líder aplica en sus organizaciones en el día a día.

El entrenador tiene contacto con el grupo de niños 2-3 días por semana y se encuentra con los mismos retos del día a día del líder, como por ejemplo:
  • La motivación: algunos  de esos niños que van a entrenar, lo hacen porque sus padres quieren que su hijo haga deporte, aunque a ellos no les haga mucha gracia pero el entrenador tiene que conseguir que esos niños vayan a entrenar para establecer relaciones con otros niños, descubrir el  aspecto competitivo, o por el espejo, en quien mirarse si se trata  de  un deportista famoso…  
  • La comunicación, es decir trasmitir la información de manera eficaz para realizar determinadas acciones del juego, como  por ejemplo cuando quedan pocos segundos para acabar el partido y en ese tiempo hay que sacar el máximo rendimiento. 
  • La empatía que hay que trabajar en el día a día con los niños, viendo sus necesidades y ayudándoles a desarrollar sus habilidades.
  • La disciplina, a través de la cual el entrenador debe lograr el acatamiento de unas normas de conducta y entrenamiento, aparte de conseguir  la comprensión de su utilidad por parte de los niños.
A lo largo de la semana el entrenador planifica los entrenamientos, buscando que los niños vayan adquiriendo y dominando cada vez más factores del juego para desarrollarlos el sábado que juegan enfrentándose a  otro equipo.

El entrenador premia, cada sábado que juegan un partido, dando más minutos de juego a  aquellos que mejor hayan entrenado durante la semana o que mejor estén adquiriendo las habilidades que se necesitan para jugar a ese deporte.

Todo este conjunto de habilidades que desarrolla el entrenador tiene dos finalidades:
a) Por una parte que el propio entrenador consiga  sacar de  un grupo de personas, en este caso unos niños, el máximo rendimiento,
b) Y para los propios niños, que la actividad sea muy enriquecedora, consiguiendo aprender trabajar en equipo  porque, deben ir adquiriendo las competencias para en un futuro enfrentarse a las diversas situaciones reales y muchas veces trascendentales de la vida de adulto.

lunes, 15 de diciembre de 2014

“CULTURA EMPRESARIAL Y DESHONESTIDAD EN EL SECTOR BANCARIO”, O POR QUÉ ROBAN LOS BANQUEROS, por JUAN FRANCISCO MARTINEZ

No hace más de una semana que la revista Nature ha publicado un artículo que no tiene desperdicio: Business culture and dishonesty in the banking industry (Cohn, Fehr & Maréchal, 2014). En él se plantea un interesante experimento con el fin de dar respuesta a la pregunta: ¿Por qué hay banqueros deshonestos o corruptos? ¿Se trata de un grupo de personas de escasa ética profesional o es el ambiente empresarial el que los “convierte” en seres deshonestos? 

Para contestar a esta pregunta se trabajó con dos grupos de 128 trabajadores de un banco distribuidos al azar (los editores no recuerdan el nombre del banco, y ¿para qué?) que debían realizar lo que llamaremos “el test de la moneda al aire”. Dicho test consistió en pedir a los participantes que lanzasen una moneda al aire en diez ocasiones seguidas con la condición de que recibirían 20 dólares de premio por cada cara que sacasen. Además, nadie estaba observando a los participantes por lo que se les pidió que fueran ellos mismos quienes registrasen el número de caras obtenidas. Interesante, ¿verdad? Como puede verse, no se planteó ningún inconveniente para impedir que los participantes pudiesen hacer trampas y fingir un mayor número de caras aumentando así sus ingresos.

Una última condición: los participantes recibieron un pequeño cuestionario que debían responder antes de realizar el suculento “test de la Moneda al aire”. Uno de los grupos (Grupo Control) respondió a un cuestionario sobre aspectos relacionados con su vida personal, sus gustos y aficiones; mientras que el otro grupo (Grupo Experimental) había recibido un cuestionario con preguntas sobre su cargo, antigüedad y otros aspectos relacionados con su actividad profesional relacionada con el banco. Y he aquí lo curioso del experimento:  El primer grupo refirió en torno a un promedio 51% de caras (algo lógico dada la actividad), mientras que el segundo grupo anotó un promedio de 58%, encontrando un aumento en el número de trampas realizadas por los participantes cuando se les recordaba previamente su condición de banqueros. 

Seguro que el lector se está planteando que posiblemente cualquier persona, de cualquier profesión (y no necesariamente banquero) habría inflado el número de caras, algo que, aún así, no justifica la diferencia entre grupo control y grupo experimental. No obstante, este mismo experimento se ha replicado con varios perfiles profesionales: Informáticos, sector farmacéutico o telecomunicaciones y en ninguno de ellos se ha encontrado diferencia significativa en el promedio anotado de caras cuando se les preguntaba sobre aspectos personales o profesionales. A lo que se podría inferir que el sector financiero incentivaría el fraude por encima del resto de sectores y actividades económicas

No está mal recordar que todo esto tiene su origen en experimentos sobre el engaño realizados con presos, donde se encontró que los internos engañaban más cuando se les recordaba su condición de privación de libertad y la causa de la misma. 

Podemos preguntarnos por qué nuestra gente no sabe trabajar en equipo o se queja continuamente, por qué no comunica de manera ascendente y nuestros buzones de sugerencias están vacíos. Quizá nuestros trabajadores no estén lo suficientemente comprometidos… Podemos plantearnos si nuestros trabajadores ocultan información a la dirección, a los compañeros o incluso al cliente, qué visión tienen de la cúpula y si utilizan la palabra “jefe”, algo que ya es en sí mismo un síntoma a tener en cuenta. Quizá sean deshonestos y mentirosos por naturaleza… Lo que sí queda claro es que cada persona forma parte de la cultura de su empresa y ésta, desde luego, nos influye a la hora de comportarnos honestamente (o no) y más allá de nuestros principios, dentro y fuera de ella.

martes, 9 de diciembre de 2014

NADA…Y SU NECESIDAD, por BEATRIZ OVEJERO

Estrés, cansancio, agotamiento…sensaciones que todos padecemos, de una u otra manera, derivadas del ritmo de vida, muchas veces frenético, al que nos vemos sometidos. 

Queremos dar todo lo mejor de nosotros mismos en el trabajo, sometiéndonos a tiempos, plazos y muchas veces exhaustivos procedimientos, y además tratamos de sacar tiempo para invertirlo en reciclarnos, en formarnos para llegar a ser mejores profesionales y desempeñar mejor nuestras habilidades o adquirir nuevas competencias.  

En nuestra vida privada, debemos hacer frente a un sinfín de obligaciones diarias, atender a nuestros hijos y ofrecerles tiempo de calidad.

Muchas veces, queremos abarcar tantas cosas, que finalmente perdemos eficiencia, tiempo, y lo que es peor, nos vemos inmersos en la vorágine diaria de no parar de hacer, no parar de ir y venir, hasta que no podemos más...y es ahí donde surge el problema, llegamos al colapso…

Según una investigación de la Universidad de California en Irvine (EE UU), publicada en la revista “Psychological Science”, el estrés continuado puede tener un efecto acumulativo sobre el organismo y la mente y producir problemas severos de salud mental en etapas posteriores de nuestra vida. 

Por eso “no hacer nada" tiene sus beneficios. Permanecer quietos y prestando atención a la respiración durante unos minutos, tomar consciencia plena de nuestro cuerpo y de nuestra mente, ser capaces de dejarnos llevar…

Cada vez son más las organizaciones que ofrecen a sus empleados formación en Mindfulness, o atención plena, con el objetivo de lograr personas libres de estrés en el desarrollo de su actividad y toma de decisiones, que sean capaces, mediante el aprendizaje de técnicas, de ser plenamente conscientes del momento presente.

A veces, tomarnos un rato para “no hacer nada”, pulsar el botón de pausa, es muy positivo para el cuerpo y para la mente. Es vital que nos reservemos unos minutos, que nos relajemos, porque es en esos momentos, cuando seremos capaces de abrir nuestra mente, de cargarnos de positividad y de vislumbrar el camino para llegar a conseguir nuestras metas y sueños, o de conseguir la inspiración necesaria para emprender un nuevo proyecto. ¿Cómo descubrió Newton la Ley de la Gravedad?, ¿Cuándo, la manzana cayó en su cabeza, se encontraba en un momento de relax o de estrés?

No olvidemos, que muchas veces, la solución está en nuestro interior…solo es cuestión de detenerse y buscar.

Por eso, y aunque parezca una contradicción, el “no hacer nada” a veces “lo es todo”.